¿Cómo disminuir las facturas de consumo de energía en hospitales y clínicas?

A menudo, los hospitales y clínicas deben pagar altas cuentas por el consumo de energía eléctrica. Cuando se utilizan para ese fin fondos que de otro modo podrían emplearse para fortalecer los servicios que se prestan, nos preguntamos qué tipo de estrategias podemos llevar adelante para reducir el consumo de electricidad y utilizar esos recursos para mejorar la atención de la salud.

Al mismo tiempo, las acciones que se realicen para promover la eficiencia energética en nuestros establecimientos reducirán el impacto que el consumo de energía derivada del petróleo o el carbón provoca sobre el medio ambiente. Por ejemplo, cada vez vemos con mayor claridad que el cambio climático amenaza con convertirse en un fenómeno más destructivo y veloz de lo que los científicos habían predicho y que estos cambios pueden generar graves consecuencias para la salud humana. Es por eso que la adaptación del sector de la salud puede desempeñar un papel protagónico en la mitigación del cambio climático.

Entonces, ¿por dónde debemos empezar si queremos reducir el costo de la factura eléctrica y contribuir a mitigar el cambio climático y sus impactos sobre el ambiente y la salud?

Es necesario entender que el uso de la energía de los hospitales (para calentamiento del agua, control de la temperatura del aire en interiores, iluminación, ventilación y numerosos procesos clínicos) y las emisiones tóxicas resultantes, tal como funcionan hoy en día, contribuyen significativamente al cambio climático y favorecen involuntariamente las afecciones respiratorias y de otra índole en las propias comunidades a las que deben servir. Es decir, no solo el consumo eléctrico convencional implica un gran costo dentro del funcionamiento de una institución de salud, sino que el incremento de afecciones como el asma y el aumento del número de consultas en los servicios de urgencia añaden un costo indirecto para la sociedad.

Por ejemplo, un hospital moderno de gran tamaño de una región tropical de un pequeño país sudamericano fue construido sin seguir la práctica tradicional de ventilación e iluminación. De ese modo, se convirtió en un hervidero que exigía enormes aportes de energía para su refrigeración. Es decir que los recursos que deberían haber sido destinados al cuidado de la salud debieron ser utilizados para pagar la factura de energía.

A su vez, los beneficios económicos de reducir la huella climática son considerables. En los últimos años, los sistemas de salud de todo el mundo han visto cómo los cambiantes precios de la energía golpean sus presupuestos y es de esperar que el costo de los combustibles fósiles siga subiendo. En las zonas con menos infraestructura y desarrollo, el alto costo de los combustibles fósiles tradicionales puede representar un obstáculo para la atención de la salud, y las medidas de conservación de energía -así como las fuentes de energías alternativas- pueden potencialmente contribuir a eliminar esta barrera al ofrecer energía barata y fiable.

Es el caso del Hospital Gunjaman Singh, en Nepal, un centro de salud independiente sin fines de lucro -financiado por organizaciones no gubernamentales y donaciones privadas-, que atiende entre 50 y 70 pacientes por día y cuenta con un staff de 10 personas. Los cortes de luz programados -que en ocasiones duran hasta 18 horas- estaban afectando el suministro de electricidad para el equipo de radiología y el autoclave para el tratamiento de los residuos. Con esta necesidad y una cuidadosa gestión energética, lograron instalar un pequeño sistema de paneles solares que genera energía suficiente para el hospital y la vivienda de los médicos, con una inversión única de USD 13.000 en 2010 (los costos han disminuido notablemente desde entonces) y muy bajos costos de mantenimiento.

A su vez, el caso del Hospital de Achao en Chiloé, Chile, demuestra que simples modificaciones en los servicios claves pueden generar grandes cambios. Hasta hace pocos años, este hospital contaba con dos calderas de leña -que databan de 1960 y ya habían sufrido innumerables reparaciones- para el calentamiento de agua. Su poca eficiencia era suplida con el uso de calefactores eléctricos y a gas licuado sobre todo en temporada invernal, lo que provocaba un alza en el consumo energético y en los costos de calefacción del establecimiento. La modificación de las dos calderas iniciales por una caldera aquatubular de construcción local logró mayor eficiencia en el uso del combustible.

En Australia, las autoridades del Mater Health Service estaba renuente a cambiar sus luces fluorescentes por otras de bajo consumo, hasta que un proveedor les regaló 50 tubos para que hicieran una primera prueba en el área del estacionamiento. Instalaron un medidor especial en el área y pudieron probar que el consumo eléctrico se redujo en un 30%. Eso los convenció de hacer el cambio en todas sus instalaciones, con resultados alentadores: en un año, lograron ahorrar más de 2.700 dólares australianos de forma comparativa. El SCC Southern Cross Care, también de Australia, decidió implementar -además del cambio de luces fluorescentes- sensores de movimiento para la iluminación de los lugares de almacenamiento, temperaturas fijas para el aire acondicionado y sesiones de capacitación para sus empleados sobre formas básicas de ahorro de energía y su importancia. Con estas medidas, lograron ahorrar más de 20.000 dólares australianos por año.

El liderazgo es una de las piedras angulares en proyectos de cambio como los que hemos mencionado. Por ejemplo, el Hospital Severance de Korea utilizó equipos de alta eficiencia desde el inicio de su construcción y planificación, pero no fue hasta que formó el Grupo de Trabajo Severance Verde que realmente logró establecer prácticas transversales a todas sus áreas. Un equipo de 25 personas, integrado por miembros de distintos departamentos (enfermería, administración, construcción, instalaciones, información médica y otros), estableció 10 proyectos de actividades para realizar junto con todo el personal, lo que generó cambios culturales dentro de su estructura.

Involucrando también a todo su personal, el Hospital Universitario de Ohio, en Estados Unidos, realizó un desafío de ahorro en el que se capacitó a los empleados y se les indicó cuál era su consumo promedio y cómo ahorrar energía en prácticas diarias (apagar las luces antes de salir de un lugar, desenchufar los equipos de uso ocasional como impresoras y faxes, etc.). El juego generó tal motivación que muchos afirmaron haber puesto en práctica los conocimientos en sus casas. A su vez, el hospital logró reducir su consumo durante el desafío y mantener el nivel de ahorro gracias al cambio cultural que estas acciones generaron.

Ser pioneros en la implementación de mejoras en la gestión energética puede presentar algunas dificultades: hay pocas referencias; las grandes acciones conllevan grandes inversiones que requieren de aprobación de las autoridades; en ocasiones, el despilfarro energético está estrechamente relacionado con el diseño del edificio; muchas veces no se tienen las herramientas o el conocimiento necesarios para hacer las mediciones correspondientes, entre otras. Sin embargo, siempre se pueden generar cambios: por muy pequeños que sean, la sumatoria progresiva tendrá un gran impacto en las instituciones y su comunidad. Para ello, es necesario mirar a la energía como una oportunidad de ahorro, especialmente en el largo plazo; buscar oportunidades de financiamiento o recursos locales que puedan disminuir la barrera económica inicial; y empezar por conocer la situación actual para saber dónde hay oportunidades de mejora.

Las medidas de eficiencia energética constituyen el medio más fácil y más común que los hospitales y clínicas pueden adoptar para reducir costos, emisiones de carbono y mejorar la salud humana y del ambiente.

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